Capítulo tres: "La leyenda del gran brujo"
- Muy triste es su historia, dice la leyenda del gran brujo -Escuchó la joven maga una vez- Cuando era joven nadie le prestaba atención
- ... -Ella caminaba normalmente, pero al escuchar esa melodía... La letra era lo de menos.
- Cuando su poder creció, todos lo adoraban... Pero sólo por su magnífico poder -El hombre tocaba una pequeña guitarra junto a unos compañeros que tocaban flautas de diferentes formas- Solo una joven se atrevió a quererlo... Nadie lo podía creer.
- ... -Contemplaba a los tres bardos, la música era hermosa.
- Cuando él pudo quererla como ella lo quería a él, su más grande enemigo salió al ataque -La letra... directamente no le gustaba- El duelo más grande de todo Ra, dice la leyenda del gran brujo
Continuó caminando. Ya nada le importaba mucho... Catorce años tenía en ese entonces. Llegó a su casa, en Montsognir. Saludó a su madre y se metió en la biblioteca. Los que compartían entrenador con ella le decían que algún día se iba a transformar en un libro con túnica y capucha. A ella no le importaba, es más, algunas veces hasta se reía ella misma. Siempre leía los mismos cinco libros: el libro de técnicas preparadas para conjuradores, algún libro de historia de Ignis, alguno de historia de Syrtis, alguno de historia de Alsius y un libro que era de su madre, el cual se llamaba "Hechizos y encantamientos de Évendim". Su madre no sabía que ella lo leía, creía que su hija no sabía ni que existía.
Una vez, a los diez y siete, trató de hacer un hechizo del libro y le salió tremendamente horrible. Estaba en la isla de cristal porque su madre tenía que hacer algo muy importante. Ella trató de prenderle fuego a una leña que había encontrado, pero en vez de eso incendió el Valhalla. También se quemó ella las manos y gran parte de la cara. Cuando su madre le preguntó qué había pasado ella le respondió que trató de hacer un hechizo de brujo que no le salió mal. Recibió un severo castigo, pero nunca le diría que por las noches leía su libro,
Unos cinco años después, volvió al Valhala. Revivió las plantas que ella había matado e hizo crecer el pasto una vez que este ya estaba vivo. Luego de eso se fue a la muralla. La cruzó, no le importaba que la vieran así de lastimada. Estaba enojada, no sabía bien con qué o con quién, pero estaba enojada. No usaba capuchas, sombreros, guantes, para taparse las quemaduras, las cuales daban miedo. No le importaba lo que pensaran de ella, por lo menos no en ese momento. Cuando le explicó la causa de eso a su entrenador, le dijo que se decida... conjuradora o bruja. Ella decidió comenzar a ser bruja, quería saberlo todo sobre la magia.
Fueron tan solo unas horas después de haber salido a la zona de guerra cuando la atacó un clan entero de syrtenses. Ella hacía tanto hechizos para defenderse como para herir a sus enemigos. Se estaba debilitando, y otro montón de lechugas se acercaba detrás de este...
- ¡¡¡VINVINDELOKUTSINKEA!!! -Gritó.
Una tormenta eléctrica enorme, más unas horrendas sombras que estrangulaban a los syrtenses, más una lluvia de cristales... La pobre buscaba la forma de parar el hechizo, pero no recordaba nada parecido en ese momento. Fue entonces cuando vio una sombra acercarse a ella con un enorme escudo. Luego, desmayó...
Al despertar estaba en una cabaña. Estaba llena de tajos, aunque estos no sangraban tanto como antes. Se volvió a dormir. Más tarde se encontró con un Nordo que le ofrecía algo caliente para tomar.
- Mi nombre es Goll -Le dijo.
- Yo... Yo soy Íewen.
- Veo que sos muy poderosa... -Le entregó la taza- Vos hiciste todo eso, ¿no?
- Sí... Pero no pienso hacerlo nunca más en la vida
- No es magia común, ¿o sí?
- ¿Por qué te estoy contando todo esto?
- Yo sólo preguntaba, si no querés decirme no me lo digas -Tomó él otra taza y bebió un sorbo- No me ofendo
- Qué suerte...
- ... -Quedó con la mirada en blanco durante un minuto- ¿Te podría hacer una única pregunta más?
- Sí
- ¿Qué subclase se supone que sos?
- Te puede parecer extraño, pero soy tres subclases a la vez
- ¿Tres?
- Sí, conjuradora, bruja y... y hechicera
- Hechicera... -Pensó, pensó, bebió un sorbo más, pensó- ¿Sos la invocadora?
- No, eso es otra cosa...
- Mmm -Le echó un vistazo a la taza de Íewen- ¿Querés más?
- No, gracias
Después de un rato, ella se tocó la cara, luego se vio las manos.
- ¿Qué hiciste con mis quemaduras?
- ¿Quemaduras? -Se extrañó él.
- Sí, tuve un accidente hace unos años
- No sé, tal vez alguien te curó cuando estabas combatiendo contra los syrtenses, no pude ver mucho a causa de la tormenta
- ¿Qué hacías ahí?
- Escuchaba gritos de ayuda y fui a ver quién era
- ¿Gritos de ayuda? ¡Yo nunca pedí ayuda!
- Bueno, no sé... -Se sirvió más- Aún así, te venía bien la ayuda
- Sí... Olvidé decirte gracias -Dijo sonriéndole.
- ¿? -Hace mucho que alguien no le daba una sonrisa así a Goll. Él era muy amargo.
- ¿Te pasa algo?
- No, no...
Para sorpresa de ambos, alguien tocó la puerta.
- Ya vuelvo -Dijo dirigiéndose a la puerta- Hola... Perdón por no avisarte, tengo alguien a quien presentarte
- ¡No hay problema! -Se escuchó una voz desde la entrada.
- Íewen, él es Thof Dikamin
- Hola -Saludó ella sonriendo.
- ...Hola... -Respondió más colorado que un tomate. Luego, Goll comenzó a reírse con ganas.
Fin del capítulo
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