sábado, 24 de enero de 2009

Parte cuatro - Día cinco

Día cinco: Las dos guerras

- ¡Y! Vio como es la gente... "Vendo esto, compro esto"
- Mmm -El guardia había estado fingiendo que escuchaba al incansable bárbaro desde hace más de una hora.
- Bueno, también es por ser la capital... Fisga... Fisga está repleto de mercaderes, ¡y no olvidemos a los que andan pidiendo plata todo el tiempo! Se creen que la vida es dulce, que nosotros tenemos que hacer el trabajo sucio por ellos, ¿entendés lo que te digo? Nosotros matamos los bichos, ganamos monedas y después vienen estos para pedirtelas... ¡Tooodo el tiempo lo mismo! Ya me estoy cansando, umm...
- Uf -Para colmo, el brillo cegador que reflejaba su roja cabellera cuando le daba el sol estaba acabando con su vista.
- ¡El otro día me dijo Ferland que...! -Una flecha atravesó el cráneo del guardia- ¿¡!?

El bárbaro se dio vuelta para ver los balcones de la muralla, el lugar de donde había salido la flecha. Pero no había nada... Estaba por entrar a su honorable reino para ver qué ocurría cuando cayeron dos flechas, una en cada pie. Gritó furioso pero nada se escuchó. Quiso agarrar su monstruosa lanza, pero no estaba en su espalda. Miró por encima de su hombro y se encontró con un Utghar brujo y dos Nordos, uno de ellos le estaba apuntando con su espada.

- ¿No deberías estar en Herbered, amigo? -Le dijo Goll en alsirio.
- ¡¡¡...!!! -Torg se había ocupado de silenciarlo.
- Af... Af... Af... -Íewen venía corriendo desde Herbered- Los syrtenses ya se dieron cuenta... Pasé cerca del mercado y... y están haciendo un rejunte para ir al fuerte
- Buena noticia, Íew -El pobre bárbaro era inocente, lo peor que había hecho ese día era molestar al guardia, ahora muerto, y no fue intencionalmente.
- ¿Lo matamos? -Preguntó Soro, quien estaba sosteniendo su lanza.
- Mejor esperemos a que venga Thof

Pasados unos minutos, el caballero llegó a la muralla.

- Me encontré con cinco syrtenses que se dirigían Herbered, los maté -Dijo Thof agotado.
- ¿Avalancha ya está allí?
- Sí, pero me vine con algo más interesante... -Detrás de él, dos chicos de unos quince años- Es el invocador, ella es su hermana.
- ¿El invocador es un chico? -Se extrañó Soro.
- Soy más alto que vos, así que no podés decir nada -Gruñó el joven Nordo.
- Seas o no más alto soy bastante más grande de edad que vos y tengo mucha más experiencia.
- ¡Paren! Uf... ¿Para qué los trajiste? -Preguntó Goll.
- Necesitan un entrenador, no pueden luchar así
- ¿Y te pareció que lo más inteligente era traerlos a Syrtis?
- Para tenerlos con nosotros
- ¿Los vamos a llevar al castillo? -Dudó Íewen.
- No... -Miró hacia los balcones de la muralla, Livh y Jean-Luc estaban allí- Cuando encuentren a la hermana de Livh, ellos se quedará con ustedes... Así pueden protegerlos
- B... Bueno -Se extrañaron.
- No hace falta que los entrenes, Goll... Yo puedo hacerlo cuando todo esto termine
- ¡Ey! -Se quejó Kuntt.
- Bueno, ¡qué comience la fiesta! -Dijeron y se internaron en el reino.

Ellos caminaban atentos, con el gran escudo mágico de Íewen. Torg y Jean-Luc estaban alertas por si pasaba algo inesperado. Livh los guiaba.

- ... -El pobre bárbaro seguía sin poder hablar, ni siquiera se podía mover de ahí... Las flechas estaban demasiado clavadas en la tierra.
- ¿Luca? -Se extrañó un Alturian caballero al ver a su compañero.
- ¡¡¡...!!! -Trató de gritar inútilmente.
- Venía a buscar gente para ir a Eferias, pero... -Lo empujó de golpe, haciendo que se sentara en el pasto y le sacó bruscamente las flechas de los pies- Todavía no soy mago, así que vas a tener que quedarte mudo.
- ¡¡...!! -El pelirojo señalaba desenfrenadamente los balcones de la muralla y la entrada de esta misma.
- Sí... Pensaba ir a buscar gente en este momento.
- ¡¡¡. . .!!! -El bárbaro no pudo hacer más que agarrarle fuerte del brazo y llevarselo. Quería mostrarle a los alsirios.

La guerra en el puente negro aún no había comenzado, los ejércitos alsirios se preparaban en la muralla para luego dirigirse a Ignis. Estos, en cambio, estaban dentro de su desértico reino. Apenas alguien finalizaba su entrenamiento terminaba siendo reclutado para la gran guerra... la cual estaba predecida por algún ignita que escribió un libro más largo que el de Evendim.

La otra guerra, bastante más al sudeste, en Eferias... Esa sí que había comenzado, y hace rato. Avalancha los había tomado por sorpresa a los syrtenses, pero estos eran demasiados... Aún así, Alsius tenía fama de ser pocos, pero muy organziados.

Un poco más al oeste, en Herbered, los ignitas ya habían capturado el fuerte... Pero sólo eran tres contra miles. Aún así, esos tres... seguramente eran los mejores tres de todo Ignis. Leesa hacía espectáculos maravillosos, invocaba dos lichs a la vez, hacía de sus compañeros verdaderos caballeros... Juzal... Juzal era un bombardero, se la pasaba lanzando cosas del cielo, entre los enemigos había brujos, pero no ignitas, claro... Los brujos ignitas, uno de los seres más poderosos de Ra... Roldier parecía ser tres personas a la vez, hacía todo... pero no se movía. Todo, todo lo que puede hacer un conjurador en la misma persona que, para colmo, no movía un pelo.

Entre Syrtis y el puente negro estaba la Isla Central, en la cual no había ningún tipo de guerra... Dusmirild y Dinleucci esperaban a que algo suceda. Ya podían escuchar los ruidos de espadas al norte, en la guerra "Alsius-Ignis".

- ¿Dusmirild? ¿Hija mía?
- ¿¡Qué!? -Se exaltó ella.

Al darse vuelta, un elfo oscuro con armadura plateada y negra, una larga capa roja y una reluciente corona sostenía un rapier de hoja color azul grisáceo.

Intermedio.

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